Eduardo Robinson - economista
Al año le quedan 44 días pero varias materias de economía pendientes para mejorar las notas en el boletín de calificaciones de la Argentina. En un período de transición institucional, la gestión de la presidenta Cristina Fernández tendrá que adoptar una serie de políticas, con el fin de corregir el rumbo y enfrentar los desafíos que se avecinan para 2014.
Una de las cuestiones que más debe fortalecer la gestión es seguir evitando el deterioro de la credibilidad, particularmente con la mejora en las estadísticas oficiales, tanto de inflación como del cálculo del Producto Bruto Interno (PBI).
Otro es lograr equilibrar el mercado cambiario. En este sentido, tendrá que moderar la suba de precios mediante el establecimiento de un programa antiinflacionario creíble. Dada la política económica vigente no tiene muchas alternativas: o desdoblar el mercado de cambios o recurrir a fuentes de financiamiento externas.
En este escenario de probabilidades para el año nuevo, el país afrontará un panorama externo más complejo, con precios internacionales de materias primas y commodities que no serán los mismos respecto de años anteriores. Según el economista, Eduardo Robinson, el Gobierno deberá apuntalar también las exportaciones, porque el saldo comercial tiende a reducirse y eso afecta la oferta de divisas. Y por si esto fuera poco, el Poder Ejecutivo tendrá que mejorar el frente fiscal, ya que seguir financiándose con emisión de moneda es cada vez más riesgoso.
Todo esto lleva a una serie de medidas que, hasta ahora, han sido cubiertas con planes de coyuntura. Por caso, Robinson vislumbra que el Gobierno tendría que avanzar con el desactivado de la maraña de subsidios que permite mantener congeladas las tarifas del transporte, gas y electricidad. "Esto requiere de un programa integral de contención de precios e incrementar el deterioro social", advierte.
Indudablemente, la inflación y las pujas con el dólar seguirán vigentes, como en el presente, pero con más riesgos hacia el futuro.
Quedan pocas semanas para finalizar el año. Y la pregunta que sobresale es: ¿qué puede esperarse de la economía para 2014? Un año que se perfila con significativos desafíos, dada la pesada herencia que deja el año en curso. ¿En qué consiste el diagnóstico de lo que economía que se hereda?
• Notable caída de las reservas internacionales del Banco Central.
• No cede la inflación, y ya afecta al cuadro social.
• Se profundiza el desabastecimiento energético.
• Incremento del desequilibrio en el mercado cambiario.
• Se profundiza el déficit fiscal.
• No se termina de solucionar el problema de la deuda. Dos fallos adversos y sin arreglo con los holdouts (acreedores que no aceptaron los canjes).
• No se recupera el crédito internacional.
• Continúa la desconfianza en las estadísticas oficiales.
• Deterioro de la competitividad, por suba de costos y problemas de infraestructura.
• Incremento del nivel de incertidumbre.
Si bien estos síntomas se evidencia desde hace varios años, el gobierno intentó moderarlos implementando medidas que no sólo no fueron eficaces, sino que hasta agravaron los problemas. Por ejemplo:
1) Evitar la caída de reservas y preservar la solidez de la cuenta corriente: se establecieron imponiendo fuertes restricciones para acceder al dólar, el cepo, y el freno a las importaciones. El cepo cortó la salida de capitales pero, simultáneamente, impidió que entren más dólares que los provenientes de las exportaciones de granos, combustibles o minerales. Resultado: aceleración en la caída de reservas, incremento de salidas de turistas al extranjero, crecimiento de la brecha entre las cotizaciones oficial e informal del dólar y alimentar expectativas devaluatorias. En un año se perdieron U$S 12.000 millones de reservas. Se deterioró el sector productivo y el sistema de salud por falta de insumos
2) Inflación: para disminuir la suba del nivel de precios, sólo se multiplicaron los acuerdos de precios, con y sin controles. Resultado: no se moderó la inflación y sus consecuencias. Sigue la desconfianza en las estadísticas, resta capacidad de consumo, abarata el tipo de cambio, incrementa los costos y deteriora el cuadro social.
3) Consumo: el Gobierno privilegió esta variable descuidando la inversión. Para evitar el enfriamiento en el consumo recurrió, en primer lugar, a diseñar una tarjeta (supercard) con menos intereses que otras del mercado, para incentivar las compras en supermercados. Demoró demasiado su implementación y prácticamente no tiene circulación. Luego, tras las elecciones primarias, se recurrió a la cuasi actualización del mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias y del monotributo. Resultado: no logró despegar el consumo y el efecto tributario quedará diluido en pocos meses, dado que no se ataca el proceso inflacionario.
4) Incrementar la oferta de dólares: se implementó el blanqueo de capitales mediante la creación de instrumentos como el Cedin y el Baade. La idea era que la entrada de dólares que están en el circuito informal ingresen mediante la adquisición de Cedin al circuito formal incrementando la compraventa de propiedades para reactivar la actividad. Los cedin se transformarían en cuasi dólares con amplia aceptación y aliviaría las tensiones cambiarias. Resultado: no ingresó ni el 10% de los capitales previsto por el gobierno; los Cedin no tienen circulación ni cotizan en la bolsa. No se logró reactivar el mercado inmobiliario, ni despejar tensiones en el mercado cambiario.
Con este diagnóstico, ¿por donde pasan los desafíos?:
• Evitar que siga deteriorándose la credibilidad: el Gobierno tendrá que luchar contra la incertidumbre. Los desaciertos pusieron en evidencia que está agotado el libreto y que los problemas no se han resuelto. Para eso, deberá tomar medidas para recuperar credibilidad.
• Equilibrar el mercado cambiario: para ello tiene que moderar la suba de precios mediante el establecimiento de un programa antiinflacionario creíble. Dada la política económica vigente no tiene muchas alternativas. O desdoblar el mercado de cambios o recurrir a fuentes de financiamiento externas.
• Afrontar un panorama externo más complejo: las perspectivas indican que los precios internacionales de materias primas y commodities no seguirán subiendo. En el mejor de los casos se mantendrán. Brasil empezó a devaluar el real y eso obliga a acelerar la devaluación del peso para no resentir la competitividad cambiaria.
• Apuntalar las exportaciones: el saldo comercial tiende a reducirse y eso afecta la oferta de divisas. Sin mayor oferta de dólares del comercio internacional, las tensiones cambiarias continuarán. El resultado no llamaría la atención en un contexto en el que los dólares de la soja sirvieran, como en los últimos años, para financiar las compras de combustible en el exterior ante la caída de la producción local de petróleo y gas.
• Mejorar el frente fiscal: seguir financiándose con emisión de moneda es cada vez más riesgoso. Tendría que avanzar con el desactivado de la maraña de subsidios que permite mantener congeladas, por ejemplo, las tarifas del transporte, gas y electricidad. Esto requiere de un plan integral de contención de precios e incrementar el deterioro social.
En ese contexto se entiende que si bien el Gobierno se negó a acelerar la tasa de devaluación, dijo que resistirá una devaluación, el Banco Central viene acelerando el ritmo de aumento del dólar oficial y está en el 28% anual, por encima incluso de los pronósticos de inflación.
Acelerar el ritmo de suba del dólar oficial para que no pierda más terreno frente al paralelo, que roza los $ 10, tiene lógica, pero también costos en tiempos en que no se frena la inflación. La realidad impone cambios. Aún se mantienen las expectativas, si se profundiza el modelo o ayudará para revertir la falta de credibilidad.